"Socorramos a los que sufren e insistamos para que se intente realmente alcanzar la paz" indicó el religioso durante su primera misa en Kazajistán
El papa Francisco renovó hoy su pedido para que “realmente” se ponga fin a la guerra en Ucrania y, al celebrar su primera misa en Kazajistán, deseó que el gasto en armas se transforme “en ayudas concretas a la población” y mostró su preocupación por “nuevos focos de conflicto” en el Cáucaso.
“Pienso en tantos lugares martirizados por la guerra, sobre todo en la querida Ucrania. No nos acostumbremos a la guerra, no nos resignemos a lo inevitable“, reclamó el pontífice al encabezar la celebración religiosa en Nur-Sultán para la comunidad católica local, estimada en unas 125.000 personas.
“Socorramos a los que sufren e insistamos para que se intente realmente alcanzar la paz“, convocó el Pontífice desde la celebración que encabezó en un complejo del centro de la capital kazaja.
“¿Qué debe suceder aún, qué cantidad de muertos debemos esperar antes de que las rivalidades cedan el paso al diálogo por el bien de la gente, de los pueblos y de la humanidad?”, se preguntó Jorge Bergoglio, en su segundo día de actividades en la nación de Asia Central.
Para el Papa, así, “la única salida es la paz y el único camino para llegar a ella es el diálogo”, según dijo de frente a las cerca de 6.000 personas que participaron de la misa, de acuerdo a los organizadores.
Durante su mensaje, el Pontífice también mostró su preocupación por “nuevos focos de tensión en la región caucásica”, tras enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán.
“Sigamos rezando para que también en estos territorios prevalezca el diálogo pacífico y la concordia”, pidió.
La preocupación de Francisco se da luego que que Armenia y Azerbaiyán se acusaran mutuamente de haber provocado en las últimas horas los combates más violentos registrados desde la guerra que libraron ambos países en 2020, con unos 100 soldados muertos según las denuncias oficiales.
Entre sus rezos, el Papa pidió también “que el mundo aprenda a construir la paz, también reduciendo la carrera armamentística y convirtiendo los enormes gastos de guerra en ayudas concretas a la población”, deseó Francisco.
Durante su homilía, Francisco lamentó por otro lado la “persecución atea” que sufrió el catolicismo en Asia Central y convocó a la comunidad local a “custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido”.
“En la historia de esta tierra no han faltado otras mordeduras dolorosas. Pienso en las serpientes abrasadoras de la violencia, de la persecución atea; en un camino a veces tortuoso durante el cual la libertad del pueblo fue amenazada, y su dignidad herida”, denunció el Pontífice.
Con apenas el 0.01% de la población católica en un país con más del 70% de musulmanes, el Papa hizo hincapié en el recuerdo de las persecuciones sufridas durante los años en que la nación kazaja era parte de la extinta Unión Soviética en el siglo XX.
“Nos hace bien custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido; no hay que eliminar de la memoria ciertas oscuridades, pues de otro modo se puede creer que son agua pasada y que el camino del bien está encauzado para siempre”, pidió el Pontífice durante su homilía en el Palacio de la Expo, un complejo céntrico construido en un parque de 25 hectáreas.
“No, la paz nunca se consigue de una vez por todas, se conquista cada día, del mismo modo que la convivencia entre las etnias y las tradiciones religiosas, el desarrollo integral y la justicia social”, animó Francisco a los católicos kazajos.
Así, tras recordar la visita que Juan Pablo II hizo al país en 2001, pidió “el compromiso de todos para que Kazajistán crezca todavía más en la fraternidad, en el diálogo y en la comprensión para construir puentes” de cooperación solidaria con otros pueblos, naciones y culturas”.
Esta mañana, tras inaugurar el VII Congreso de Líderes de religiones mundiales y tradicionales del que participa, el Papa mantuvo una serie de reuniones bilaterales con representantes de otros credos, como el Imán Almad al-Tayeb, máxima autoridad mundial del Islam sunita; los rabinos David Lau y Yitzhak Yosef; el metropolita ortodoxo Antonio.